Sunday, July 22, 2007

Pizza

Vertimos 1 kg de harina (se recomienda 4 ceros) en una olla limpia y seca. Paralelamente, rompemos con los dedos (limpios y secos) un cubo de 50 g de levadura en un jarrito, y lo cubrimos de sal fina hasta que la levadura parezca una pradera nevada. Dejamos reposar en rincón tibio, de modo que la sal absorba la humedad de la levadura, un proceso que insume pocos minutos. Luego de esto, revolvemos sal y levadura con una cuchara generando una especie de crema a la cual le agregaremos agua apenas tibia hasta llenar el jarrito. Luego sumamos a esa mezcla tantas cucharadas de aceite como pizzas pensamos producir. Revolvemos. Volcamos el brebaje mágico sobre el harina de la olla limpia y seca, y amasamos con sumo cariño. El punto justo será cuando al levantar la mano con la que se amó a la masa, ésta se deslice nuevamente hacia la olla como cuando vemos una escena en cámara lenta, esa es la velocidad. Cubrimos la olla y dejamos levar más o menos cerca de una hornalla al mínimo. Ese es el momento indicado para prender un cigarrillo y contemplar la cocina y cambiar el disco. Al cabo de 40 minutos, la masa habrá crecido por lo menos al doble de lo que la dejamos, ahí la volcamos sobre mantelito enharinado, y volvemos a manosearla con dulzura para ir formando los bollos. Si nos gusta la pizza alta, un kilo podrá rendir 4 pizzas, si nos gusta más finita, serán 5 y hasta 6 las pizzas extraídas de ese kilo bien hijo del trigo. Extendemos los bollos en la pizzera (previa untada de aceite en la superficie) y cubrimos la prepizza con salsa. Horno a fuego mediano. Cuando comencemos a percibir el olorcito incomparable, no sólo sabremos que la masa ya es toda una señorita, sino que también nos invadirá la certeza de que ese día, no podría haber mejor alimento para nosotros en todo el mundo.
A disfrutar y compartir muchachos.
VLSP

2 comments:

Anonymous said...

Es usted muy generoso. veo que le pone amor a la tarea. De todos modos, la técnica nada podría sin las manos de un maestro.
Sabemos que mediante la práctica y el desapego, una disciplina acaba por encarnizarse, por asimilarse inconscientemente.
Es el arquero zen, que dispara con los ojos cerrados, sin saber siquiera cuándo es que suelta la cuerda, ya que no es él quien hace centro, sino ello, el espíritu, lo grande, por decir palabras que apenas orienten el modo en que puede intentarse percibirlo.
Entonces, maestro zen en el arte del amasado , para sentir como lo grande opera con sus manos, debemos conocer el producto de su sabiduría.

Anonymous said...

Será un honor ofrecer a mis comensales creativos el producto en cuestión y someterlo a juicio oral. Luego podemos ver "Pizza, birra, faso" y tener la sensación del dejavú.